Los tiempos corren a favor de aquellas organizaciones que aman y miman lo que hacen, que ofrecen productos y servicios de una forma honesta y que cubren necesidades reales, puesto que nunca fue más fácil y económico contar al mercado y a la sociedad lo que somos y lo que sabemos hacer ‘especial’ y diferente a los demás.
A pesar de que nuestro país cuenta con un buen número de Pymes modélicas, fruto del empeño de grandes emprendedores por ofrecer al mercado productos o servicios que aman y que saben hacer de formas especiales y diferentes, resulta extremadamente difícil encontrar información elaborada de forma seria y profesional –audiovisual o escrita, online u offline, periodística o publicitaria– que dé buena cuenta de este hecho. Muchas Pymes, así como pequeñas Instituciones, simplemente parecen no existir.
Nuestra larga trayectoria de períodos de simbiosis con empresarios y directivos de diversos sectores, con quienes tanto hemos aprendido, nos indica que esta carencia tiene dos motivaciones principales. Por un lado, hasta hace unos años ‘estar en el candelero’ estaba al alcance de muy pocos bolsillos. Prensa, vallas, televisión, revistas especializadas y cualquier otro medio de comunicación eran copados sobre todo por grandes empresas. En segundo lugar encontramos esa excusa típica de las pequeñas organizaciones, que sirve para evitar cualquier autocrítica y que se expresa más o menos como sigue: «no podemos, estamos en el día a día».
¿No podemos? ¿El día a día?
Decir, en tiempos en que todo valor y sentido se transmite vía telemática, que nuestro día a día no incluye comunicarnos con nuestros públicos (proveedores, distribuidores, clientes…) es, simplemente, suicida.
La buena noticia es que los tiempos corren a favor de aquellas organizaciones que aman y miman lo que hacen, que ofrecen productos y servicios de una forma honesta y que cubren necesidades reales, puesto que nunca fue más fácil y económico contar al mercado y a la sociedad lo que somos y lo que sabemos hacer de ‘especial’ y diferente a los demás.
Es tiempo, pues, de ‘salir del armario’, de crear un propio canal de comunicación, una web corporativa desde donde manan y fluyen contenidos relevantes para cada uno de nuestros públicos, desde donde se nutre a los medios de comunicación y a las redes sociales, desde donde se alienta el diálogo y la conversación que indican que nuestra marca está viva y en adaptación y evolución permanentes.